Descuido del Estado colombiano facilitó la libertad del excapo Carlos Lehder

Lehder recuperó ayer su libertad, luego de que el pasado viernes fuera capturado tras su regreso a Colombia. La sentencia que tenía precluyó, en parte porque el Gobierno nunca les solicitó a EE. UU. y Alemania que lo deportaran para cumplirla.

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La justicia colombiana llegó 30 años tarde a procesar a Carlos Enrique Lehder Rivas, uno de los más sanguinarios narcotraficantes en la historia del país. Por eso, el juzgado que lo recibió tras su captura el pasado viernes, no tuvo más remedio que dejarlo en libertad. Pero, después de tantos años, bien vale la pena recordar su historia, que integra un capítulo del horror de la guerra de los narcotraficantes en contra del Estado.

La vida criminal de Lehder fue marcada por los excesos y, dicen algunos archivos, por la locura misma, pues tenía comportamientos irracionales cuando consumía drogas o hacía fiestas con todo tipo de excesos.

Hijo de un inmigrante alemán y una manizaleña, el narcotraficante inició su vida criminal en la década de 1970 cuando encabezó una red de compra y venta de carros robados en Estados Unidos. Fue llevado preso a la cárcel de Connecticut y allí conoció a George Jung, un narco estadounidense que perteneció al Cartel de Medellín y fue clave para lograr hacer los envíos de cocaína a Estados Unidos.

Lehder recuperó su libertad en 1975 y allí empezó a traficar con marihuana y cocaína. En el 78, compró y se apoderó de una isla en las Bahamas que luego convirtió en lugar de paso de avionetas que venían de Colombia cargadas de marihuana y, cada vez más, de cocaína.

En sus biografías, Lehder es descrito como un hombre que está por encima del promedio intelectual de sus pares narcotraficantes: habla tres idiomas y tiene una justificación política sobre sus prácticas ilegales. Sin embargo, combinaba ese conocimiento con el exceso. Se definía como nacionalista y antimperialista y era crítico de la política estadounidense de la cual se lucraba: la prohibición y la guerra contra las drogas.

Fue capturado en 1987 y se convirtió en el primer capo extraditado de alto nivel condenado a una pena de 135 años que logró reducir sustancialmente tras brindar información sobre el cartel de Medellín y los nexos con quien fuera dictador en Panamá, Manuel Antonio Noriega.

De hecho, después de pagar su pena y vivir en Alemania unos años, publicó el libro “Vida y muerte del Cartel de Medellín”, en el que relata su vida como narcotraficante y allí reveló, entre otras cosas, que el cartel de Medellín tuvo estrechas relaciones con el gobierno cubano de los hermanos Castro para traficar cocaína hacia Estados Unidos, a través de Las Bahamas, y lamentó que ese negocio hubiera alimentado a esa “dictadura” y permitido que esa nación se quedará estancada.

“Yo contraté con el Gobierno cubano, autorizado por Pablo (Escobar) y por Gustavo, el primo de Pablo, contraté abrir Cuba para traspasar la cocaína hacia las Bahamas, no hacia Estados Unidos, hacia las Bahamas; después vi que con ese sistema no se podía negociar, entonces me retiré y le entregue eso a Gustavo y a Pablo, ya después me extraditaron y años después me enteré de que Pablo había hecho enormes negocios con la dictadura”, dice en el libro.

Lo cierto es que casos donde la justicia aún queda en deuda con las víctimas, como el de Lehder y otros exnarcos como Fabio Ochoa Vásquez —quien también regresó al país en diciembre del año pasado— recuerda una frase tristemente célebre de la época del narcotráfico en el siglo pasado: “Preferimos una tumba en Colombia que una cárcel en los Estados Unidos”. No estaban tan equivocados.

Captura al llegar al país

El confundador del cartel de Medellín fue detenido por la Policía a su llegada al aeropuerto El Dorado de Bogotá. Con rimbombancia, la institución anunció que lo trasladaría a los calabozos de la Dijín, a verificar su situación judicial.

En las bases de datos aparecía que Lehder, hoy de 75 años, fue condenado el 24 de noviembre de 1995 por el Juzgado Regional de Santafé de Bogotá, que lo halló responsable por los delitos de tenencia y conservación ilegal de estupefacientes, armas de fuego y municiones de uso civil y privativo de las fuerzas armadas.

La pena fue de 24 años de cárcel y una multa de $1’250.000, la cual fue confirmada en segunda instancia por el Tribunal Nacional el 5 de agosto de 1996.

En ese momento, Lehder estaba preso en una celda de Estado Unidos, adonde había sido extraditado en 1987 bajo cargos de narcotráfico.

Recuperó la libertad en 2020 y fue repatriado a Alemania, en un movimiento jurídico en el que primó su nacionalidad germana, heredada de su padre. Estuvo allá hasta la semana pasada, cuando decidió volver al país que atormentó en los 80; sin embargo, una alerta de pasaporte en el software de Migración le provocó la posterior captura.

En su argumentación sobre el caso, el Juzgado 18 de Ejecución de Penas y Medidas de Bogotá, en cuyo estrado fue presentado, explicó que la sentencia que lo afectaba ya prescribió, razón por la cual se decretó su libertad.

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